top of page

El mundo que habito

  • Foto del escritor: Psique Y Ser
    Psique Y Ser
  • 1 jul 2021
  • 3 Min. de lectura


Para nadie es nuevo que el mundo en el que vivimos no está pasando por su mejor época, e incluso científicos e investigadores apuntan a que no se recuperará en un buen lapso de tiempo. De hecho muchos hablan, de un cambio de era.


Científicos y activistas del cambio climático han diseñado una estrategia para concientizar al mundo del daño que estamos generando a nuestro espacio vital. Dicha estrategia consistió en montar un reloj enorme en la Ciudad de Nueva York, señalando el tiempo de vida que le queda a nuestro planeta en caso de no tomar acciones y medidas que favorezcan su conservación. El reloj marca aproximadamente 7 años con 100 días, a nuestro parecer, tenemos muy poco tiempo para poder equilibrar.


El mundo real ya empieza a tener secuelas visibles y tangibles para todos: pandemia, enfermedades crónicas e incluso no catalogadas, deforestación, temperaturas radicales, muerte de flora y fauna, etc. Quizá todo esto es señal de que las condiciones de afuera requieren de un gran cambio, pero ¿por qué el ser humano sigue sin atenderlas?

Es aquí donde queremos equiparar el mundo exterior, con el mundo interno de los humanos. ¿A caso ese desastre y derrumbamiento externo también se está viviendo en nuestros interiores? ¿No vemos aquello que está afuera porque estamos tan acostumbrados a verlo adentro que nos volvemos en sintonía con ello?


Posiblemente solo estemos generando una proyección de todo aquello que habita dentro de nosotros (mi mundo interior debe ser o parecerse a mi interior). Pero en caso de que esta hipótesis sea correcta, todo apuntaría a que dentro de nosotros deseamos que ya no habite porque es justo lo que estamos buscando en el exterior, dejar de habitar. El psicoanálisis y muchas otras corrientes psicológicas y filosóficas apuestan a que el amor será aquello que reconstruya el espacio de las personas, y levante las ruinas de donde en algún momento se vivió una gloria de paz.


En esta misma línea de ideas, tendríamos una posible solución como seres humanos. Estoy hablando del proceso psíquico que Freud denominó sublimación. A grandes rasgos, la sublimación es un proceso en el que se busca reorientar toda la energía libidinal que vive dentro de nosotros y que por el momento se está enfocando en objetos, actividades o metas poco constructivas, para generar una nueva descarga que sea socialmente aceptada.

Aquí podríamos entrar en un cuestionamiento, ¿entonces que hay que trabajar primero, lo individual o lo colectivo? La respuesta, con base en las ideas postuladas y con el tiempo que nos marca el reloj, es trabajar a la par. Debemos sublimar todo aquello que vive en mí que no está teniendo fines constructivos para promover mejor vínculos hacia mismo y hacia el exterior. Con ello no quiere decir que “lo malo” de nuestra existencia dejará de existir; esto es algo inherente al ser humano. Vivimos con pulsiones que construyen y con pulsiones que destruyen.


La idea es clara, si somos los destructores de nuestro mundo, podemos ser los constructores del mismo. Externamente es trabajo de la gran mayoría, reconociendo que esas metas no deben ser a beneficio propio, sino al bien común. Dejar de lado el narcisismo y el pensamiento egocéntrico del que nos hablaba Piaget, para poder mirar al otro que está a punto de sufrir lo mismo que yo. Quizá, con este trabajo individual y acciones externas, podamos lograr que esa restauración del afuera, subsane nuestra parte interna.



Recuerda que:

en Psique & Ser “Estamos para escucharte”


 
 
 

Comments


bottom of page